Reseña de Alejandro Molina
CUENTOS DE LA ABADÍA DE CARFAX 3
Compilado por Claudia Cortalezzi
Llega el tercer volumen de La Abadía de Carfax, el grupo de autores de horror y fantasía liderado por Marcelo di Marco, compilado por una de sus más prolíficas y multifacéticas autoras, Claudia Cortalezzi, que integró la anterior entrega y que es ahora antologista y presentadora.
Esta antología presenta 17 relatos de una amplia diversidad de estilos, tal como es la línea general de la colección hasta ahora, desde los relatos de clásico horror macabro hasta cuentos fantásticos que podrían perfectamente encontrarse en compilaciones que evaden los lineamientos de género; es este aspecto el que me resulta más atractivo en la producción de Carfax en general, ya que el encasillamiento estricto suele opacar la creatividad, y si algo se nota en las tres antologías hasta ahora, es tanto la fecundidad narrativa como la amplitud de criterios, un valor agregado que de ningún modo desdibuja su espíritu.
Del material presentado en esta ocasión, se destacan por su potencia y precisión “Matar a Silverman” y “La Hora del Despojo”, ambos brillantes relatos, exponentes del horror puramente humano, de la monstruosidad que acecha entre nosotros sin que medie (al menos explícitamente) lo sobrenatural, y por eso mismo resultan más tenebrosos, ya que sabemos que este horror es bien real y está a la vuelta de la esquina. En ambos casos, lo más efectivo es la extraordinaria construcción del clima opresivo y fatalista desde el interior de la mente de los protagonistas, transmitiendo con notable eficacia las ópticas deformantes de psicologías inaprehensibles pero terriblemente creíbles. En esta temática también, eficaces aunque menos contundentes, encontramos “Linda Nena” y “Una Mancha que se Expande”.
También entre los cuentos más logrados están “Los días de la Serpiente” y “El regreso de Mané”, dos relatos que abrevan inteligentemente en la tradición sobrenatural folklórica. El primero, un viaje iniciático traumático para cuatro niños, en el que verán confrontada una pequeña aventura infantil con seres de crueldad arquetípica, y que podría leerse también como una metáfora de la terminación abrupta de la infancia al quebrarse definitivamente la inocencia por la crudeza del mundo adulto, todo deformado bajo la lente de una narración impecable que con gran eficacia transfigura la inocencia infantil como crueldad inconciente, y el pragmatismo adulto en mera perfidia. El segundo, una interesante y muy bien narrada versión de pactos con el diablo o tal vez con dioses, saliendo del tópico del bien o el mal absolutos para ubicarse en un plano de divinidad inmanente al mundo natural, plenamente inserto en la mitología originaria americana, ambos relatos excelentemente resueltos.
Dentro de la narrativa de género más clásica, son llamativos “El Ladrón de Voces”, cautivante aunque con un final menos intenso que el desarrollo del relato, “Carnavales en Venecia”, vuelta de tuerca interesante sobre relatos de vampiros, y “En una Casa en la Calle Londres”, un trabajo complejo donde la muy lograda atmósfera sórdida y deprimente conecta hábilmente con miedos básicos humanos, un relato de lectura ardua pero atrapante.
En otra línea temática, sorprende “Fotografías Blanco y Negro”, una historia emotiva, casi poética, que convierte en mágicas y trascendentes las manías y pasiones de los fanáticos de las librerías de viejo, una joyita no precisamnete terrorífica pero definitivamente seductora. En el mismo estilo, “Sexo Ocasional”, más simple y hasta festivo -dicho esto siguiendo el clima del cuento- pero igualmente efectivo.
“El Hombre del Circo" merece un párrafo aparte, más que un cuento de género, es un cuento de estilo, dicho en el mejor de los sentidos; Gaut Vel Hartman se mueve en lo fantástico sin preocuparse tanto por la historia como por el juego de los personajes, con lo que construye una narración de una riqueza y profundidad notables, donde lo oscuro y lo inquietante importan sólo como vehículo para jugar con la psicología de los personajes y obligarlos a conjurar sus demonios y luchar por la redención, manteniendo un intercambio afectivamente intenso y a la vez ambiguo. Un cuento para la coronación perfecta del volumen.
El resto de los relatos acompaña con algunos altibajos pero completando una obra que sigue la línea de calidad de sus antecesores, un excelente exponente de la producción local en la materia. Imperdible lectura para quienes disfrutan del terror y, en general, del fantástico.
Compilado por Claudia Cortalezzi
Llega el tercer volumen de La Abadía de Carfax, el grupo de autores de horror y fantasía liderado por Marcelo di Marco, compilado por una de sus más prolíficas y multifacéticas autoras, Claudia Cortalezzi, que integró la anterior entrega y que es ahora antologista y presentadora.
Esta antología presenta 17 relatos de una amplia diversidad de estilos, tal como es la línea general de la colección hasta ahora, desde los relatos de clásico horror macabro hasta cuentos fantásticos que podrían perfectamente encontrarse en compilaciones que evaden los lineamientos de género; es este aspecto el que me resulta más atractivo en la producción de Carfax en general, ya que el encasillamiento estricto suele opacar la creatividad, y si algo se nota en las tres antologías hasta ahora, es tanto la fecundidad narrativa como la amplitud de criterios, un valor agregado que de ningún modo desdibuja su espíritu.
Del material presentado en esta ocasión, se destacan por su potencia y precisión “Matar a Silverman” y “La Hora del Despojo”, ambos brillantes relatos, exponentes del horror puramente humano, de la monstruosidad que acecha entre nosotros sin que medie (al menos explícitamente) lo sobrenatural, y por eso mismo resultan más tenebrosos, ya que sabemos que este horror es bien real y está a la vuelta de la esquina. En ambos casos, lo más efectivo es la extraordinaria construcción del clima opresivo y fatalista desde el interior de la mente de los protagonistas, transmitiendo con notable eficacia las ópticas deformantes de psicologías inaprehensibles pero terriblemente creíbles. En esta temática también, eficaces aunque menos contundentes, encontramos “Linda Nena” y “Una Mancha que se Expande”.
También entre los cuentos más logrados están “Los días de la Serpiente” y “El regreso de Mané”, dos relatos que abrevan inteligentemente en la tradición sobrenatural folklórica. El primero, un viaje iniciático traumático para cuatro niños, en el que verán confrontada una pequeña aventura infantil con seres de crueldad arquetípica, y que podría leerse también como una metáfora de la terminación abrupta de la infancia al quebrarse definitivamente la inocencia por la crudeza del mundo adulto, todo deformado bajo la lente de una narración impecable que con gran eficacia transfigura la inocencia infantil como crueldad inconciente, y el pragmatismo adulto en mera perfidia. El segundo, una interesante y muy bien narrada versión de pactos con el diablo o tal vez con dioses, saliendo del tópico del bien o el mal absolutos para ubicarse en un plano de divinidad inmanente al mundo natural, plenamente inserto en la mitología originaria americana, ambos relatos excelentemente resueltos.
Dentro de la narrativa de género más clásica, son llamativos “El Ladrón de Voces”, cautivante aunque con un final menos intenso que el desarrollo del relato, “Carnavales en Venecia”, vuelta de tuerca interesante sobre relatos de vampiros, y “En una Casa en la Calle Londres”, un trabajo complejo donde la muy lograda atmósfera sórdida y deprimente conecta hábilmente con miedos básicos humanos, un relato de lectura ardua pero atrapante.
En otra línea temática, sorprende “Fotografías Blanco y Negro”, una historia emotiva, casi poética, que convierte en mágicas y trascendentes las manías y pasiones de los fanáticos de las librerías de viejo, una joyita no precisamnete terrorífica pero definitivamente seductora. En el mismo estilo, “Sexo Ocasional”, más simple y hasta festivo -dicho esto siguiendo el clima del cuento- pero igualmente efectivo.
“El Hombre del Circo" merece un párrafo aparte, más que un cuento de género, es un cuento de estilo, dicho en el mejor de los sentidos; Gaut Vel Hartman se mueve en lo fantástico sin preocuparse tanto por la historia como por el juego de los personajes, con lo que construye una narración de una riqueza y profundidad notables, donde lo oscuro y lo inquietante importan sólo como vehículo para jugar con la psicología de los personajes y obligarlos a conjurar sus demonios y luchar por la redención, manteniendo un intercambio afectivamente intenso y a la vez ambiguo. Un cuento para la coronación perfecta del volumen.
El resto de los relatos acompaña con algunos altibajos pero completando una obra que sigue la línea de calidad de sus antecesores, un excelente exponente de la producción local en la materia. Imperdible lectura para quienes disfrutan del terror y, en general, del fantástico.
Reseña de Alejandro Molina