[...] La otra persona era una mujer con facciones negroides, aunque de una tez que se adivinaba clara. Resollaba en la penumbra, y por un momento tuve la impresión de que los ojos le brillaban como a los gatos o las serpientes de las películas. Dio vuelta la cara y me mostró su perfil oculto: una masa mutilada como por feroces mordeduras.
—Por favor —me dijo Javier, corriéndose para hacernos lugar—, póngase cómodo. Tenemos mucho para contarle.
—Yo —dijo inmediatamente el tipo minúsculo, que, en contraste con el tamaño de sus manos-pies, parecía aún más insignificante—, yo soy el Chino. Bienvenido a mi casa —hizo un movimiento con la cabeza para ofrecerme una silla.
Miss Clarisse sirvió té. No pude dejar de pensar en aquellas hirvientes anguilas que escondía debajo de la ropa. [...]
—Por favor —me dijo Javier, corriéndose para hacernos lugar—, póngase cómodo. Tenemos mucho para contarle.
—Yo —dijo inmediatamente el tipo minúsculo, que, en contraste con el tamaño de sus manos-pies, parecía aún más insignificante—, yo soy el Chino. Bienvenido a mi casa —hizo un movimiento con la cabeza para ofrecerme una silla.
Miss Clarisse sirvió té. No pude dejar de pensar en aquellas hirvientes anguilas que escondía debajo de la ropa. [...]
Fragmento
Texto completo en Axxón.
También en Acomodando palabras, de Claudia Cortalezzi.
"Entre humanos" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.
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