Compañía para el viaje (cuento), de Daniel Aloisio



[...] Eso me digo mientras observo a la mujer acomodar pacientemente mis ropas. Un pantalón, una camisa que jamás volveré a usar. Dos zapatos gastados, un dnturón raído, lleno de agüeros cada vez más ceñidos. Va y viene, meneando un trasero gordo que alguna vez debió haber sido firme. Cierro los ojos y trato de imaginarla en su juventud. Me pregunto ociosamente si podría haberme enamorado de ella, o si sólo hubiéramos cruzado una mirada en la calle sin que nuestros destinos se hubieran unido jamás. [...]

Fragmento


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