Élida volvió para quedarse (cuento), de Marcelo di Marco



[...] Élida rió a carcajadas. La odió. Odió aquello en que se había transformado, se odió por haber sido tan cagón, por no haber sabido atajar las cosas a tiempo. Respiró hondo y optó por manejarse como le habían indicado.

—Pensé que no te molestaría... —dijo con voz calma—. Pensé que si vos y los chicos no...

—¡Silencio, demonio! —gritó Élida, con los ojos en blanco—. ¿No ves que el Señor quiere hablar por mi boca?

Él se mordió los labios. Élida había "entrado en éxtasis". Recordó la última vez que intentó sacarla de aquel estado. Observó cómo sopesaba el cenicero.
[...]



Fragmento

Texto completo en literatura. org

"Élida volvió para quedarse" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

Bajo tierra (cuento), de María Taltavull


[...] De a poco fuimos despejando la enramada. El castaño del fondo dejaba en tinieblas más de medio jardín, la enamorada del muro se había arqueado hasta formar un túnel. Un filodendro gigante se arrastraba con brazos que parecían tentáculos. Si bien Alberto podaba todas las tardes, las plantas crecían —o parecían crecer— más rápido de lo que él era capaz de cortar.
Después de varias semanas, cuando aquello estuvo apenas más prolijo, decidimos mudar algunas plantas. Sacamos las hortensias del fondo para trasladarlas a un cantero cerca de la galería.
Y Alberto cavó el pozo. No muy profundo, pero sí bastante ancho.
Un sábado, mientras yo trajinaba en la cocina, oí que Alberto hablaba a los gritos. Me acerqué. Y lo vi dentro del pozo, mirando hacia abajo. Cuando le grité para preguntarle qué pasaba, no me contestó. Siguió muy concentrado vociferando. Volví a gritarle, y él volvió a ignorarme. Llegué a su lado, lo tomé por los hombros y lo zamarreé un poco; creo que hasta alcancé a cachetearlo.
—¡Basta, Elena! —gritó alzando la mirada hacia mí—. ¿No te das cuenta? ¡Estos tipos están invadiendo nuestro jardín!
—¿Te volviste loco, Alberto? ¿Qué hacés ahí metido?
—Estos tipos, Elena —dijo—, los tipos me están agarrando los pies. [...]
Fragmento
Texto completo en Liter Área Fantástica
"Bajo tierra" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

Parábola de la yarará (cuento), de Ricardo Giorno



[...] A mitad de camino, el muelle se cortaba con una escalera. Desde ahí bajaron a una playa de césped bien parejo, que a orillas del río se transformaba en arena ocre. Al costado, más cerca de la casa, sobre el pasto, las mujeres armaban mesas, colocaban la vajilla. Unos peones se dedicaban a recortar a tijera los bordes del sendero lateral. Romelia se sintió ajena, pero armándose de valor decidió dar una mano.
El cobertizo que servía de depósito descansaba justo donde comenzaba la selva. Sin esperar a que le dijeran nada, Romelia fue a buscar las sillas.
Un viento helado se ensañó en su pelo y le erizó la piel. Del otro lado del quincho le llegaba aquello casi imperceptible: el rumor tan característico y a la vez extraño.
Una víbora.
Una víbora reptando por la hojarasca. Una víbora descomunal.
Romelia volvió con dos sillas a cuestas y una mueca de desconcierto que trató de disimular. [...]

Fragmento


Texto completo en Axxón
"Parábola de la yarará" integra la segunda antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

Como un pozo (cuento), de Daniel De Leo


[...] Papá dice que es medio bruja. En cambio, tío Pochi no cree lo mismo que papá: él directamente asegura que la abuela es de otro planeta. Si no fuera porque es la dueña de la casa, papá no soportaría que viviéramos todos juntos.
Hasta hace poco, papá hacía changas de albañilería. Pero fue teniendo cada vez menos trabajo. Ahora casi ni sale de casa. Dice que es inútil salir, que en la construcción está todo quieto.
Papá y tío Pochi charlan sentados a la otra punta de la mesa. Yo espero a que se me enfríe un poco el mate cocido que mamá me sirvió en esta taza que tiene la manija rota. Mamá les da de comer a las gallinas en el patio. Puedo verla desde acá, veo cómo va soltando los granitos de maíz y cómo las gallinas se pelean por atraparlos. Tres gallinas le quedan a mamá. El año pasado llegó a tener diecisiete. Yo las conté.
También desde acá puedo ver el bulto de la abuela recostada en lo oscuro de su pieza. [...]

Fragmento

Texto completo en Liter Área Fantástica.
"Como un pozo" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

Hilos de fuego (cuento), de Miguel Sardegna




[...] A pesar de que el incendio se intensificaba, nadie se movía. Todos sabían que la figura del tapiz estaba casi completa y le rendían el último tributo. Nadie ignoraba la leyenda. Persistía el temor de que la tarea llamada a permanecer inacabada fuese concluida. El miedo de que finalmente el último hilo se acomodase en su sitio no desaparecería con el fuego. Porque, de acuerdo con las antiguas crónicas... [...]

Fragmento



Texto completo en Axxón.
"Hilos de fuego" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.

El arte del doctor Moret (cuento), de Luis Cattenazzi


[...] Hoy por la mañana decidí sepultarlo, usé la misma acequia. Me las arreglé para improvisar una lápida con el espejo de pie de la biblioteca, y procuré no mirarme en el reflejo infame mientras tallaba con rudeza su nombre. Sé que le debo la vida, pero no encomendé su alma a Dios: preferí maldecirlo por las preguntas que jamás habrá de contestarme.
Muy oportuno, Moret, quizás hasta evitaste que yo mismo te matara. [...]

Fragmento.
Texto completo en La Opinión On Line- Rafaela: 1º parte, 2º parte, última parte.
"El arte del doctor Moret" integra la primera antología de
Cuentos de La Abadía de Carfax.

Entre humanos (cuento), de Claudia Cortalezzi

[...] La otra persona era una mujer con facciones negroides, aunque de una tez que se adivinaba clara. Resollaba en la penumbra, y por un momento tuve la impresión de que los ojos le brillaban como a los gatos o las serpientes de las películas. Dio vuelta la cara y me mostró su perfil oculto: una masa mutilada como por feroces mordeduras.
—Por favor —me dijo Javier, corriéndose para hacernos lugar—, póngase cómodo. Tenemos mucho para contarle.
—Yo —dijo inmediatamente el tipo minúsculo, que, en contraste con el tamaño de sus manos-pies, parecía aún más insignificante—, yo soy el Chino. Bienvenido a mi casa —hizo un movimiento con la cabeza para ofrecerme una silla.
Miss Clarisse sirvió té. No pude dejar de pensar en aquellas hirvientes anguilas que escondía debajo de la ropa. [...]

Fragmento

Texto completo en Axxón.
También en Acomodando palabras, de Claudia Cortalezzi.
"Entre humanos" integra la primera antología de Cuentos de La Abadía de Carfax.